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Hoy es sabido
que la peculiar relación amorosa de Sacher-Masoch con Fanny von Pistor fue la que le inspiró La Venus de las pieles. En
uno de los Apéndices a esta edición íntegra,
en la siempre inspirada traducción de Andrés Sánchez Pascual, destinada a ser
ya tan clásica como la propia novela, el lector podrá encontrar, como testimonio de ello, el contrato por el cual «el señor
Leopold von Sacher-Masoch se compromete a ser el esclavo de la señorita Von Pistor y de satisfacerla en todos sus
deseos por un período de seis meses» y que entró en vigor en diciembre de 1869 Más tarde, firmó también otro acuerdo semejante
con Aurora Rümelin, quien en 1873
se convirtió en su mujer y, con el seudónimo de Wanda, escribió años después unas
memorias que dan cuenta de la extraña relación que la unió a su marido hasta su separación en 1886 y de las que, en los Apéndices, reproducimos el fragmento que los relaciona a los dos con Ludwig II de Baviera.
El lector podrá
encontrar en La Venus de las pieles, convertida hoy en obra de referencia obligada para quien quiera ahondar en los abismos
de la sensualidad humana, toda la constelación de símbolos que han pasado a definir el llamado «síndrome» masoquista :
fetiches, látigos, disfraces, tejidos y texturas especiales, humillaciones, castigos y, por supuesto, la inmutable presencia
de una terrible e implacable frialdad.
Según el filósofo
francés Gilles Deleuze, que dedicó un largo estudio a Sacher-Masoch, y concretamente a La Venus de las pieles, «la obra
de Masoch concentra todas las fuerzas del Romanticismo alemán. En mi opinión,
ningún otro escritor empleó con tanto talento los recursos de la fantasía y del suspense. Tiene una manera muy particular
de desexualizar el amor pero, a la vez, de sexualizar por entero toda la historia de la humanidad».
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